jueves, 7 de marzo de 2013

Con las tillas olvidadas

Hace muchos días que no salgo a hacer ruta. Huir de los deberes del pupilo es una labor que no fue satisfactoria, mi amor se rio y dijo que pensaba que me comportaba como una jubilado, que no pilla entretenciones para divertirse. Estuve casi un siglo sin vacaciones, estudiando y trabajando, sin parar. Ese es lapso que cuento para hacer mis hobbies, como pasar madrugadas enteras abstraída en películas, realizar entrenamiento horas sin sopesar destruirme porque debo guardar fuerzas para largas terapias de lectura, o salir a comer con amigas, pasear, estar con mi canario, lo que sea. Admito que he alardeado, sólo miré una novela corta y para qué decir visitar a un familiar. Ya basta de cansancio, pensé, y me abroché las tillas. Después de la caída de agua por casi una semana, al levantarme hoy y abrir las cortina blackout, el cielo despejado me obligó a dedicar la tarde a trotar. A pesar de barro acumulado en las cunetas y los pavimentos resbaladizos, todo estaba hecho para trotar. Ni siquiera un perro me molestó. De casi el semestre pasado que no realizaba un largo tan feliz. Sentía el cariño de los peatones, disfrutaban la jornada al parecer. Hasta un viejito me alabó por salir a trotar, mientras elongaba. Idolatro esos gestos. Ahora estoy muy resuelta, con la fuerza para continuar entrenando. No veo otra forma. Alberto me puso una labor por la que no queda tiempo, y no hay tiempo que malograr. Él guardó sus esperanzas en mi persona, nada me parará. Tengo todo lo que necesito, me esconderé el terror y el tedio, y abrocharme las corredoras para seguir adelante.

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