miércoles, 6 de febrero de 2013

La sierra como forma de escape

El stress me está matando, demando parar y viajar al fin del mundo, perderme, desaparecer.. Llevo mucho tiempo trabajando, y pasando de largo las vacaciones como vendedor o conserje de edificios, no he disfrutado vacaciones desde el colegio. Tenía ganas de salir de vacaciones desde que entré a estudiar . Todos mis compañeros se habían pegado su viaje al sur mochileando, o por otros países, si tenían más dinero. Yo, por otro lado, seguía ahorrando hasta la última de las monedas para los textos del año académico. Si tenía varios días libre, me escapaba donde fuera, y eso no era nada para recuperar el ánimo. Tuve la suerte de encontrar pega de una. Hace poco compré un departamento con mi novia, y cada vez salía más el tema de huir de la ciudad, por lo menos tres semanas. La idea era olvidar todo, arrancarse, no importaba dónde. Decidimos juntar un año una parte del sueldo cada uno, en un fondo común, y averiguar ofertas de viajes Pensamos en ir fuera de Chile, que muchas veces es menos costoso que vacacionar aca Quería conocer el otro lado del mundo, sectores, de lo más orientales, exóticos, raros. Yo quería ir a cualquier lado donde llenara la panza por poca plata. Como el billete nunca es suficiente para lo que uno quiere, viajar a Japón o a China estaba fuera de todo argumento, ni tampoco el Cristo Redentor o la Torre de Pisa. No importa, la idea era irse de Santiago, estar dos semanas lejos de todo lo que parezca o tenga forma de adelantos modernos y de la tecnología. Pero alejarse de la ciudad no tiene porqué ir a la par con renunciar a el bienestar. {Mi abuela me mencionó que un tío tenía una finca en el sur|Un tío me facilitó su casa cerca de la selva|Un amigo me convidó a su chalet en el sur.El sector estaba rodeado por mar y cordillera. Estaba, además, cerca de varios lugares turísticos. La idea de Alejandra era pasar una semana y de ahí viajar al sur, la casa sería el donde repondríamos energías. En julio fijamos la fecha de partida. El día del viaje manejamos por turnos, unas seis horas cada uno, hasta hacer el recorrido. Abrimos las cortinas plisadas y admiramos el paisaje invernal, el primer fin de semana de julio. Todo el lugar es fabuloso, exclamó cortinas. Mi tío le había metido plata a la cabaña, se notaba. Las cortinas para las ventanas eran automáticas y motorizadas, detectaban la luz y se abrían a control remoto. Lo primero que hice fue jugar un ratito, haciendo subir y bajar el roller, y cuando ya tenía dominados los controles, programé el sistema para descorrer las cortinas al mediodía. El mejor momento para levantarse en vacaciones.

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