miércoles, 27 de febrero de 2013

Cambiar los tapices y cortinas por mi mascota inquieta

Mi gata pasa todo el día meciéndose de las persianas. Le gusta tirarse desde el lugar más alto de la casa, se encarama a la tela y entierra su garras, rompiendo todo. Consideramos que al primer celo ya no destrozaría tanto los tapices. Desde hace un par de años que esperamos que deje sus comportamientos inmaduros. Lo primero fue desviar su obsesión hacia algo exclusivo para felinos. Adquirimos unos postes forrados con cuerda. Según el dependiente de la tienda, el producto era infalible felinos, vendrían hasta las mascotas de los vecinos a gozar frotando sus garras en la cuerda pegada al palo. Cuando lo vio, lo primero que hizo la gata fue ponerse a arañar. Luego, y con rabia, advertimos que entrenaba sus garras para ajar con mucho más las cortinas nuevas. En mi hogar hasta mi mamá estaba enojada con la mascota. Le fascinan los gatos tanto como a mí, pero esto la superaba. Ya hemos cambiado sillones, cortinas, manteles, sillas, la tapicería completa unas tres veces. Y la gata vuelve en un abrir y cerrar de ojos al ataque, rasguñando un tapiz nuevo. Comenté mi drama en flickr. Me llené de comentarios para que llevara a mi mascota a manicomio para animales. Un amigo había llevado a su perro, pero no tenía idea que podía internar a mi gata. Busqué pocas por internet, el mercado es muy pequeño. Encontré pocas en Bogotá, donde estoy residiendo en este instante, luego de mudarme de Cali. Escogí una para ir en persona y testificar como era. Me he convertido en una mujer muy preocupada por mis animales, las siento como mis hijas. Lo paradójico fue que, aunque el lugar tenía mucha tecnología, me cautivó el tono hogareño que mostraba un trato a gran nivel. Me decidí a llevar a mi gata a la clínica, ahí recibiría un trato integral. Según la veterinaria, estaba estresada por el poco espacio de la casa, y como había sido esterilizada muy pequeña, no tenía mucho en qué divertirse. La doctora auscultó a mi gata en la entrada, y luego descorrió un panel japonés, para adentrarse con ella a otra habitación, donde no tenía acceso. Estuve hasta fin de mes angustiada de volver a mimarla. {En ese tiempo volvimos a comprar las awnings |En la casa aprovecharon de comprar unas bellas roller shades, las telas y tapices que había rajado la pequeña. Y mi gata no volvió a ser la de antes, después de dos meses fue robada para gusto de mi malvada madre.

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