viernes, 18 de enero de 2013

En mi familia...

A mi padre muchas veces veces se le pasaba la mano, llevaba a medio mundo a la casa, obvio que con una cerveza, carne en la parrilla o algo para picar|Llamaba a unos pocos amigos, o vecinos, siempre que fueran hinchas del mismo equipo|Se le pasaba la mano}. Una vez se le ocurrió hacer la celebración del campeonato en la casa, que se veía como la sede del equipo, la casa acabó echa un caos, Se tragaron absolutamente todo lo que había en el refri, no dejaron ni para el desayuno. Incluso mancharon unas persiana aluminio que le encantaban a mi madre, tanto se enfureció que por poco echó a mi papá , y fue la única vez que los vi pelear muy en serio. Ese comimos fuera y mi papá todo dulce, llevando flores y chocolates para que mi mamá lo perdonara En un tiempo, por supuesto, se le pasó, ya que mi padre siempre fue un amor. El gran problema, para mí y para la mayoría de otros que piensan como yo, es que el fanatismo lleva a la violencia. Patos malos que dañan el deporte. Antes no era de este modo, y no importa el equipo que te gustara, siempre podías ir al estadio en paz, aunque fueras hincha del equipo más chico nadie te iba a gritar. A lo más tenías que aguantar bromas si es que tu equipo perdía, aunque eso es lo de menos. Por ese motivo ya no van hinchas al estadio, mucho peligro para ver partidos que por otro lado son muy malos. Quizás algún día esto sea distinto, de verdad. Y es raro que nos interese tanto el fútbol, si somos tan malos. Es extraño ser fanático de algo donde sin duda perdemos.

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